miércoles, 12 de mayo de 2010

Delusión

Ya dejó vacante su puesto en mi pedestal. Quizá fue demasiada responsabilidad el ser amado o admirado.

Pero luego me enseñó que fui la mala y la víctima de la película a la vez, intercambiando papeles e ignorando en que escena actuaba cual.

Y si nos encontráramos de acá a un año o dos, ¿como sería? Tal vez me vería correr como loca de la mano con cualquier sujeto, añorando las largas caminatas de madrugada donde las palabras sobraban, mientras la luna se opacaba ante la presencia de un incipiente sol, y nos decíamos adiós sin querer despedirnos. Hasta que por fin, callábamos por un buen rato y con una sonrisa, yo cerraba la puerta.

Con un fondo musical en la escena, me doy cuenta que no todos los finales son felices como te enseñan en las películas, o, en todo caso, muchas veces el final más feliz, es en el que dejan de hacerse daño y no vuelven a verse más.



DdC.

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